…Jueves, veintinueve: todo seguía exactamente igual; sueño profundo, debilitamiento y espera. En su cuerpo no quedaba nada que se pareciera al hecho de vivir. Sólo respiraba, nada más. Después de más de quince días en el hospital, imperceptible y paulatinamente, me sentía inmerso en ese mundo rutinario pero también tremendamente cambiante. Todo se movía en torno a nosotros mientras permanecíamos inmóviles y angustiados. La noticia fue, que por fin supimos quién era el desconocido para sí mismo que el otro día gritaba rogando que alguien se lo dijera. Pasó por el pasillo sobre una camilla, gritando que a él –le gustaban las cosas bien hechas– y saludando a todo el mundo con el que se cruzaba, como un artista popular. Naty le reconoció: -se llama Alberto, y fue mi profesor de latín en el instituto-. Sin embargo, prudentemente, no le informamos de su supuesta identidad porque, tal vez, en el fondo, no querría saberlo…
17 ENERO 2012
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