…Sábado, treinta y uno: desde primera hora estuvimos en el Tanatorio acompañados de visitantes que venían y se iban. La ceremonia religiosa se celebró a las tres de la tarde. La inexcusable misa católica fue, como siempre, la rutinaria letanía mecánica desprovista de emoción y recuerdo verdaderamente personal del fallecido. Me parece imposible que semejante representación, automatizada y sembrada de frases comunes y repetidas durante siglos, sirva de consuelo a nadie, y mucho menos de homenaje a los fallecidos. La dichosa ceremonia, si es que puede calificarse así, me resultó especialmente tortuosa e inacabable, hasta el punto de sentir una impaciencia que apenas podía contener. Luego, el entierro, la tumba, la lápida que poco a poco fue cerniéndose sobre el sarcófago, las coronas sobre ella y punto final. A partir de ahí, sólo el recuerdo, debilitándose más y más cada día…
21 ENERO 2012
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