En dos mil uno, los hermanos Cohen realizaron una soberbia película, como es habitual en ellos, que titularon, también magnífica y sugestivamente, «El hombre que nunca estuvo allí». Al parecer No fue mi caso, porque yo Sí estuve allí; aunque no me acuerde de casi nada. Lo sé porque me traje un plano del lugar y la entrada utilizada. Además, recuerdo que llegué conduciendo mi viejo coche, y que pagué 40 € por la entrada. Me desplacé por los pasillos, perfectamente simétricos, miré y miré pero no vi nada que pueda recordar, lo que me hace sospechar que lo sucedido en el intervalo de tiempo de tres horas y media que estuve dentro, pertenece al mundo de lo probable e improbable al mismo tiempo. O, simplemente, mi cuerpo estuvo y mi espíritu no. Sin embargo, dentro, sí estuvo mi cámara pequeña porque tengo la prueba de cuatro rollos expuestos (lo sé porque cuando los expongo los enrollo completamente), que saqué de mi bolsillo cuando volví a mi casa…
4 MARZO 2012
© 2012 pepe fuentes