…Como escribió Montaigne: «No hago nada sin alegría«. Esa es la idea. Ah, pero también que todo ese barullo de hacer y hacer tenga algún sentido, aunque sea leve. Que resulte algo así como «la insoportable levedad del ser –y el vivir-» (paráfrasis con añadido de mi cosecha, del título de la novela de Milan Kundera). Tampoco se trata de refugiarse en un estado de inconsciencia permanente para que así el paso del tiempo duela menos. O tal vez sí. No sé. Quizá la clave esté en conseguir hacer lo que cada uno tenía reservado, sonriendo, aunque eso casi nunca se sabe lo qué es. Y ya está. La calidad o interés de lo hecho tiene una importancia relativa. La cuestión radicará, entonces, en no perderse, o confundirse, o entontecerse, o embrutecerse. También en no hacer daño a nadie, sencillamente porque no es necesario para reír y disfrutar viviendo…
19 MARZO 2012
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