…el intruso titubea sin saber qué hacer en tan inhóspito entorno donde no sucede nada desde hace tantos años ya. ¿Dónde vas?, imagino que le pregunto desde lejos. No me responde. Mira angustiado a su alrededor. Le grito: -Aquí no hay nadie, sólo una oveja abandonada en un chamizo cercano; ni siquiera crecen hierbas, ni vuelan pájaros, ni se arrastran culebras. Nada, nada sucede ni sucederá-. El atribulado y extraño personaje no me contesta. El silencio es absoluto. Parece dudar. Observo su desconcierto y tengo la impresión de que ni siquiera me ve. Seguramente no se explica por qué ha llegado hasta aquí ni para qué. Intuyo sus temores: -siente que su cuerpo no le sostendrá y caerá fulminado al suelo del que no logrará levantarse nunca. Su cuerpo gris se irá disolviendo y confundiendo con el gris de esa tierra áspera hasta que sólo sea una mancha informe que nadie descubrirá nunca-. De pronto, y como catapultado por un resorte invisible, echa a correr sin rumbo aparente, acuciado por la necesidad de huir de este ominoso lugar. Con la cámara entre mis manos, después de fotografiarle, sigo observando su fatal carrera hacia la nada durante unos instantes y también noto la acometida del pánico y una irresistible necesidad de correr y correr como él…
30 MARZO 2012
© 2012 pepe fuentes