A veces, debo hacer cosas que preferiría no hacer. Sobrevivir supone concesiones y, aunque siempre procuro que sean lo menos perjudiciales para mi leve presupuesto existencial, no siempre lo consigo. Cuando no tengo escapatoria, mi delicado e inestable equilibrio sufre. Normalmente, estos desajustes, están asociados a momentos «sociales» donde los actuantes no pertenecen al tipo de personas que puedo soportar sin daño; me vienen dados y generalmente no me gustan…