…Puedo escuchar aburridamente durante mucho tiempo, e ir dirigiendo
sutilmente el discurso del otro casi hasta donde me de la gana. Cuando nos
sentimos escuchados, perdemos el control de lo que es conveniente decir o no; es más, podemos caer en la mayor de las desconsideraciones «pasando» absolutamente de las cosas de quien aparentemente nos presta atención. No creo que la verdadera conversación exista, al menos en el nivel cultural en el que me desenvuelvo, porque, normalmente, ese inteligente y cultivado ejercicio, se limita a soltar el rollo por turnos desorganizados y ansiosos, y a veces ni tan siquiera así…
10 MAYO 2012
© 2012 pepe fuentes