…Sin duda, a mí, estéticamente, me atrae mucho más la indiferencia, la displicencia casi; pero conseguir practicar despreocupadamente esa actitud podría llevarme directamente a la divinidad y no, para bien y para mal, soy humano, muy humano, luego un «pringado» como casi todo el mundo. También yo necesito sentirme escuchado, reconocido y hasta querido. Qué condenadamente difícil es todo y qué lejos estoy de la autosuficiencia; ¡qué hartazgo y qué cansancio, por dios!…
14 MAYO 2012
© 2012 pepe fuentes