«Había pensado que la delicadeza de su toque la conduciría a la sublime y austera región habitada en otro tiempo por Morandi. Quería pintar cuadros que evocaran la callada maravilla de la objetualidad pura, el éter sagrado que
respira en los espacios entre las cosas, expresar la existencia humana en una plasmación minuciosa de todo lo que está por ahí, más allá de nosotros, a nuestro alrededor, igual que el invisible cementerio se encuentra justo delante de ella, aunque no pueda verlo….»
2 AGOSTO 2012
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