Cuatro de Julio. Día en el que mi tiempo transcurre lenta y estúpidamente. Incapacidad absoluta para concentrarme en nada. Me muevo por mi casa como un autómata sin saber qué hacer. No sé qué me sucede. Tal vez todas mis conexiones se han cortocircuitado y me he convertido en un ser ausente y prófugo de mi mismo. Ahora son las diecisiete horas exactamente y acabo de cerrar la novela de Vila Matas, Dublinesca. Probablemente la culpa de mi neurastenia la tenga Riba, el protagonista, al que he acompañado por Dublín, en un estado de neblinosa y atormentada relación con una supuesta realidad. Sin darme cuenta me debo haber desdoblado en Riba, pero sin propósito ni sentido; sólo embrutecido. En mi inconsciente consciencia se queda titilando la última frase de la novela: «No, si ya se sabe. Siempre aparece alguien que no te esperas para nada», y no sé por qué, porque en mi vida nunca suele aparecer nadie a quién no espero, y tampoco los que creo esperar.
14 AGOSTO 2012
© 2007 pepe fuentes