Nueve de Julio. Igual que el cuatro. Nada más terminar Dublinesca comencé Aire de Dylan, que he acabado hoy. He leído esta última novela de Vila Matas apasionadamente (soy muy de Vila Matas). En sus historias se agitan las ineludibles contradicciones vitales, la realidad y la ficción, la imposibilidad
de la vida misma, y otras muchas cosas que me interesan y me preocupan: sobre todo el fracaso total. Y la creación, y el arte, también como valor indefinible e inaprensible, cómo no. Mientras leía Aire de Dylan me invadía una inmensa tristeza. Todos lo caminos y todas las puertas y todas las ventanas que se entreabrían en la original y delirante historia que cuenta, a mí, y quizá sólo a mí, me remitían a la imposibilidad de todo. O tal vez a la locura, al fracaso, ese viejo conocido con el que me he fundido hasta ser uno mismo; o a la muerte como única posibilidad de redención del peso de la más abrumadora mediocridad…
15 AGOSTO 2012
© 2012 pepe fuentes