…Después de un buen rato allí, cuando empezamos a sentir que éramos seres completamente ajenos a lo que sucedía y a férreos y marciales y muy estrictos valores, decidimos marcharnos con la música a otra parte. Nos fuimos caminando despacio. Volvimos por una calle paralela a la que habíamos llevado a la ida y claro, ineludiblemente, nos dimos de bruces con la Casa Blanca; otra vez. Más adelante, en un parque situado justo enfrente de la puerta principal, donde había una estatua ecuestre de algún héroe decimonónico, una secta católica de hispanos celebraba un concierto sermón o un sermón concierto. Varios músicos, un predicador enardecido a ritmo musical acelerado y una traductora simultánea al inglés conseguían que las dos o tres decenas de personas que rodeaban el escenario entraran en trance. La arenga, sin apenas matices dialécticos, filosóficos o litúrgicos, repetía machaconamente dos o tres frases, siempre la mismas, pero eso sí, muy dramáticamente, con mucha convicción y desgarro, y eso, y sólo eso, hacía que la gente cayera postrada al suelo, con gestos de estar poseídos por algo especial; quizá fuera la Verdad. No sé. En la fotografía no se aprecia bien el paroxismo místico de esas gentes, porque ni mi cámara pequeña ni yo estamos preparados para captar determinadas esencias humanas…
11 SEPTIEMBRE 2012
© 2012 pepe fuentes