…Metodio se alejó y se alejó, pero tenía la inquietante sensación de que no se movía. Su cuerpo avanzaba, su alma no. Seguía atrapado por los recuerdos y las aburridas experiencias del lugar que acababa de abandonar y comenzaba a sospechar, alarmado, que su viaje no le serviría de nada y que él es uno más de los que nunca consiguen alejarse de sí mismos. Una condena, Metodio; sí, una maldita y eterna condena.
31 OCTUBRE 2012
© 2012 pepe fuentes