3 NOVIEMBRE 2012

…Alguien ha dicho del lugar: «Era un pueblo donde se vivía muy bien, con buenas tierras y buen ganado. El pueblo estaba muy bien comunicado por la carretera que unía dos capitales de provincia. Había molino, tienda y taberna, lo que no había en otros pueblos de alrededor. Sus pocos habitantes organizaban las mejores fiestas del contorno». De vez en cuando, entre las poses de mi cámara y yo, salía fuera por si venía alguien a perturbar la incontenible inspiración que sentía en aquel polvoriento, reseco y solitario lugar. El silencio era absoluto y por la carretera cercana sólo pasaba algún coche de vez en cuando. Intuía problemas y sí, por poco me alcanzan. Terminé sin interrupciones (en lugares así siempre aparece alguien que viene a por ti). Momentos antes de marcharme, apareció un jeep del que se bajó un tipo mal encarado y de peor actitud que me preguntó qué hacía allí; le contesté de mala gana –dando una vuelta-. En realidad, le tenía que haber contestado que a él qué le importaba, sin embargo le respondí ambiguamente, porque sabía que él sabía que hacía sólo unos instantes que acababa de saltarme la dichosa valla, aunque creía que no me había visto. Después de nuestro tenso y corto diálogo ambos nos alejamos del caserío del Conde, en direcciones opuestas, por si acaso.