…Máximo, perdía tantas y tantas veces que se lo tomaba con resignada indiferencia. Como si sus derrotas fueran normales e inevitables. Hacia la mitad del camino entendió que debía eludir la competición, porque, claro, perdería irremisiblemente, así que se dedicó a vivir sin más y en todo caso a competir consigo mismo, porque era el rival más propicio que tenía a mano. Contra él mismo podría ganar alguna vez…
5 NOVIEMBRE 2012
© 2012 pepe fuentes