…A Máximo, la derrota que más le dolía era la del anonimato; siempre era el bulto gris que daba igual que estuviera o no, nadie se fijaba en él. La catástrofe no era absoluta, porque Máximo tenía una única e inconsciente aptitud ganadora: aceptaba incansablemente la derrota, en todo. Pero claro, estaba tan acostumbrado a perder, que ni siquiera se daba cuenta de que era un fajador imbatible. Nadie, nunca, podría con él; pero de esa desconocida e inaudita potencia él no tenía ni idea. Instintivamente sabía que no pediría auxilio ni se rendiría. Así era Máximo, el eterno perdedor nunca vencido…
6 NOVIEMBRE 2012
© 2012 pepe fuentes