…Seis treinta y cinco, cuando me disponía a cambiar de libro recibí una llamada de mi querido amigo C.V., que lo es desde hace más de treinta y cinco años. Qué jodidamente viejos somos ya (y estamos). Bromeamos un buen rato sobre eso, la muerte y el gran mausoleo de tristeza que es nuestra ciudad (ambos hemos nacido en la misma), y que cada día soportamos menos, y él, al menos, no vive aquí. Me pidió utilizar algunas de mis fotografías para un montaje cinematográfico que está realizando sobre Luis Buñuel y la ciudad. Naturalmente -le dije- puedes contar con lo que necesites, faltaría más. A mi amigo C.V., le apasiona Buñuel, desde siempre. A mí, esa misma pasión me duró sólo unos años, en los ochenta, especialmente por algunas de sus películas, como Tristana y otras, importantes y geniales. No mucho después empezó a aburrirme. El desamor se me coló por un cierto rechazo hacía sus actitudes personales. Menudos dos tipos, él y su colega Rabal; ofrecían lo peor de ciertos rasgos detestablemente ibéricos: fanfarrones, enfáticos, vanidosos y, por si fuera poco, mentirosos y machistas. Claro, todo eso no se lo dije a mi amigo C.V., no había necesidad de oscurecer nuestra conversación por esa tontería…
13 DICIEMBRE 2012
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