…Sólo me he sentido responsable del cuidado de una persona en sus momentos finales: Mi Madre. Tenía sesenta y cinco años y un cáncer de estómago que le extirparon, pero que no impidió que sufriera una metástasis en órganos próximos, como el hígado. Su agonía duró más de seis meses, desde primeros de Mayo hasta finales de Noviembre de mil novecientos noventa y cuatro. Fue durísimo para todos los que estuvimos a su lado y sobre todo para ella. La acompañamos en todo momento, día y noche. Mi madre, dedicó su vida a todos nosotros: sus padres, su hermano, mi padre, yo, y después a su nieto Gabriel, y así se le fue la vida, olvidándose de sí misma. Luego, a los que aún estábamos vivos, nos correspondió cuidarla a ella con todo el amor que fuimos capaces de ofrecerle, sabiendo que por mucho que hiciéramos, nunca llegaríamos ni remotamente a compensar todo lo que ella nos dio. Mi madre fue merecedora, al final, de todo el amor al que se refería la cita de Paul Auster y que incluí en el diario ayer: -merecer amor al final-…
26 DICIEMBRE 2012
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