HABITACIÓN DE RETRATAR I. Él se llama D., y hace nada menos que dos años que pasó por –La habitación– y todavía no tiene su retrato. Por fin lo he positivado y está a punto de ser ultimado. Siempre cumplo mis compromisos. Quizá, cuando llame a D. para dárselo, ya no se acuerde ni de quién soy. Aún no he conseguido entregar algunos de los retratos que he realizado y, es curioso porque, al menos teóricamente, los retratados deberían estar interesados en ellos; al menos un poquito. Pero no, no siempre es así. Creo que en el caso de D., lo recibirá con gusto, aunque no sé si se reconocerá. Quizá eso no tenga mucha importancia, porque él lo puede solucionar fácilmente tirándolo a un contenedor. Como casi todos los que han pasado por –La habitación-apenas conocía a D. antes de que posara; luego, fue un amigo circunstancial con el que mantuve frecuente contacto a lo largo de los meses siguientes. Después, la relación se fue haciendo cada vez más intermitente, hasta sólo vernos accidentalmente cada varios meses. Supongo que la razón de ese distanciamiento está en que nuestras respectivas rutas vitales no coinciden, y si además eso no nos hace sufrir, pues nada, cada uno a lo suyo. Es el signo de la edad (la de cada uno) y de los tiempos: relaciones virtuales como norma y forma. Es la era del extrañamiento porque, para relacionarnos personalmente, son necesarios esfuerzos vitales y existenciales que no estamos dispuestos a arrostrar. Resulta costoso, pesado y, probablemente. hasta aburrido. Creo que me estoy yendo del asunto del retrato de D., que me parece ha quedado bastante bien porque el claroscuro que le rodea dice sobre sus silencios y misterios…
5 ENERO 2013
© 2010 pepe fuentes