El fabuloso y necesario viaje a la nada de un hombre malogrado.
Él, siempre que tiene ocasión, se precipita resueltamente hacia paredes que consigue atravesar levemente, sin daño apenas. Detrás no hay nada. Él sabe del vacío, es el vacío mismo. Tiene la costumbre y el gusto de realizar estos viajes imposibles y, a pesar de la insensata inutilidad de sus empeños, sabe que es el único sentido que tiene ya su vida: atravesar las paredes de sí mismo que le constriñen. Sin pena, dolor o culpa. Él lo hace porque sabe que su salvación consiste en el sinsentido de atravesar paredes que contienen el insondable vacío.
31 ENERO 2013
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