4 FEBRERO 2013

DICCIONARIO IMPROVISADO E INNECESARIO
DESTINO: puede que esté escrito en algún lugar y que inexplicablemente se cumpla. Afirmarlo supone un problema técnico irresoluble: no hay modo de verificarlo, luego se convierte en una cuestión de fe. O se cree o no. Por mi parte, y excepcionalmente, me siento inclinado hacia la creencia o fe, naturalmente, indemostrable. Quizá los dueños de la revelación del destino sean los echadores de cartas, ¿por qué no? Ah, y luego están los que a base de descomunales esfuerzos consiguen lo que se proponen, pero eso es otra cosa, obcecación probablemente. Prefiero que en el destino intervenga lo inesperado o el azar, es más literario. Hace muchos años fui a una de esas personas que dicen conocer el porvenir o, dicho de otro modo, el destino, porque me sentía muy intranquilo por mi futuro laboral, que yo anhelaba fuera venturoso. Me dijo que de eso nada, que mis expectativas no se cumplirían. Tuvo razón, todo salió incluso peor de lo que me temía. También recuerdo vagamente que me dijo que me veía en una casa y que en ella conseguiría lo mejor de mi vida. Años después construí la casa (no porque lo dijera la intermediaría del destino, por supuesto, porque incluso había olvidado esa entrevista) y en ella llevo quince años, y especialmente los diez últimos, haciendo lo que siempre había deseado. En el imposible caso de que me vuelva a inquietar el futuro, iré a que me «echen» las cartas. Seguro. Ellos saben de qué va ese indescifrable enigma que es el destino. Y ahora Ambrose Bierce: «DESTINO: Fuerza a la que se atribuye el control de las cosas, y que es citada principalmente por seres humanos equivocados para justificar sus fracasos».