DICCIONARIO IMPROVISADO E INNECESARIO
FIDELIDAD: hoy es lunes muy de mañana y no tengo ganas de casi nada. Me toca enfrentarme al hecho de escribir este diario y además sobre la letra F y no se me ocurre nada. Hojeo el Diccionario del diablo, de Bierce, y en la tercera hoja me salta a la vista la entrada Fidelidad y me digo –ya está-, tengo la palabra, y la tengo porque siempre he sentido un gran respeto por ese valor y, al mismo tiempo y en muchos momentos de mi vida, me ha atormentado. Se puede asociar a muchos aspectos, por ejemplo, la que yo mantengo hacia la fotografía argéntica; pero no, hay una acepción más universal y no es otra que la amorosa. Sí esa con la que todas las parejas comienzan su andadura. Luego, no mucho después, descubren lo que ya sabían, o al menos sospechaban hasta los más ingenuos, que el deseo es una pulsión más potente y fulgurante que el amor. El amor, combinado con el deseo, aunque sufra las naturales pérdidas del paso del tiempo, se suele concentrar en una persona cada vez, y es entonces cuando aparece la piedra angular de cualquier relación amorosa: la Fidelidad. Siendo el deseo tan natural y poderoso, dado que se proyecta por doquier, inconteniblemente, hacia otras personas, surge el dilema difícil de resolver: lealtad hacia la persona con la que asumes el compromiso amoroso, pero que supone, fatalmente, infidelidad hacia el deseo propio (o dicho de otro modo, hacia ti mismo porque la naturaleza y la vida humana está habitada por el deseo, también sexual, cómo no), o te lanzas, en caso de que vivas en pareja, a la vorágine del disimulo y las mentiras (lo que conlleva otra traición a la integridad y honestidad que te debes a ti y a los demás). Llegados a este punto sólo quedan unas pocas salidas. Por ejemplo, se me ocurren dos: acabar con el compromiso en el momento que el deseo decaiga y entregarse a otro más potente y así sucesivamente hasta el final (lo que supone infinitas molestias y también otro modo de deslealtad a un posible y verdadero sentimiento amoroso), o gestionar y acordar inteligentemente los deseos externos a la pareja. Ah, y también está la pura, simple y dura –represión- pero esa no vale de nada porque sólo produce aflicción, sufrimiento y jugosos ingresos para los psicoanalistas. Y ahora Ambrose Bierce: ”FIDELIDAD: Virtud característica de los que están por ser traicionados”.
6 FEBRERO 2013
© 2011 pepe fuentes