–Hola-, me digo nada más levantarme (seis y media de la mañana)-, no me contesto-. No estoy contento. Las cosas no me están saliendo bien últimamente, menos mal que sólo en cosas irrelevantes. No puede ser de otro modo, dado que no hago cosas importantes: -ayer, por la tarde, salí a dar un paseo por un camino interminable (nunca he conseguido llegar al final) por el que suelo caminar casi a diario, con el río a la izquierda a la ida y a la derecha a la vuelta. El cielo estaba completamente encapotado, negro, las nubes cargadas de agua se habían parado sobre mi casa, avisando de sus oscuras intenciones, pero me dije: –No lloverá, seguro, me dará tiempo a ir y volver– . Media hora después, cuando aún no había dado media vuelta e iniciado el regreso, comenzó a caer agua con una agresividad rencorosa. En unos minutos estaba completamente empapado. Volví chapoteando barro. La ropa chorreando. Me refugié en un portal, aún lejos de mi casa, por lo que tuve que llamar a Naty para que me rescatara. A ella le hizo mucha gracia (a mí ninguna). Así son mis pequeños contratiempos cotidianos: una sucesión interminable de tontas equivocaciones que me tienen irritado la mayor parte del tiempo. Tampoco la suerte me asiste, suponiendo que esa dicha exista…
16 ABRIL 2013
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