…Poco a poco se fue calentando alguna parte de mí, esa donde debe habitar el deseo de hacer, de fotografiar. Comenzaron a ocurrírseme algunas imágenes que veía como ineludibles allí, en ese lugar, en esa mañana ventosa y solitaria. Llegó el gozo, y la convicción de que hay muy pocas situaciones en mi vida que me hagan más feliz que encontrarme solo, en pleno campo, fotografiando, con deseo. Los resultados dan igual, nadie los espera. Ni siquiera yo. Lo único importante son los sueños de esos resultados (los fotógrafos digitales, que optan por la instantaneidad, se pierden el tiempo de gestación de esa ensoñación, a la vuelta de los viajes a ninguna parte). En esos minutos u horas no hay nada más en el mundo: sólo yo, el campo, y las fotografías que realizo enardecidamente (por eso sé que el talento no me acompaña, porque con ese estado de ánimo todo lo que hiciera debería ser genial, y no, nada de nada, me parece). Sin embargo, nadie puede quitarme la felicidad de esos momentos, el impulso de actuar y el placer que me proporciona hacerlo. Es mi tiempo de proyección hacia algún sitio, aunque no sepa cuál, luego, precisamente por eso, apasionante…
8 MAYO 2013
© 2013 pepe fuentes