…Seguí festejando la primavera al sol un buen rato. Pero, más adelante, aparecieron otras cosas, sintomáticas y alarmantes, las flores ya no eran tan libres y tampoco las mecía la brisa. Estaban quietas, encerradas. Se habían tornado otoñales, invernales más bien. Temí que a pesar de mi inmaculado traje blanco, mi espíritu alegre y desenfadado, y mi mirada ávida de colores aromáticos, la reverdecida y luminosa mañana, se fuera oscureciendo. La alegre paradoja del vivir primaveral que es lo que siempre he deseado, aunque sólo sea fugazmente, siempre se torna en otoñal, o invernal. Flores, sí, porque están, pero su destino suele ser aciago, perecedero y fatal. A mis flores siempre les pasa algo, como en esta fotografía…
19 JUNIO 2013
© 2013 pepe fuentes