…El mismo día, casi acabando. El espectáculo de la fe duró dos horas, también como siempre, y, mientras los vestidos para creer pasaban y pasaban, una voz en off discurseaba sobre los asuntos más diversos y fantasiosos: desde la comparación de la ciudad (donde nos encontrábamos) con el paraíso terrenal, hasta la crisis económica y política. Y, por supuesto, la voz, pedía y jaleaba aplausos a la presencia invisible y sobrenatural del «Corpus Christi» en la lujosa «capillita móvil», también llamada Custodia, a lo que todos los espectadores respondían entusiásticamente. Ah, y también cantaban. No así los que desfilaban, que se exhibían imbuidos de una absurda transcendencia, con semblante adusto, solemne, y diría que incomprensiblemente antipático. Todo eso me hizo pensar que todas las gentes que allí estaban eran creyentes. Muy creyentes. Salvo nosotros, por lo que nos portamos discretamente y no hicimos nada que pudiera ofender sus sentidos convencimientos…
19 JULIO 2013
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