Otro día, esta vez solo: carretera de Extremadura. A la izquierda, según vamos hacia poniente, unas construcciones abandonadas, absurdas y sin sentido (como yo). Paré, claro. Pasé unas horas allí, dando vueltas y más vueltas. Iba y volvía, una y otra vez, entraba en un edificio, lo recorría y salía, me iba a otro (eran tres), y hacía lo mismo, así hasta cuatro o cinco veces. Como dice Muñoz Molina, en uno de sus brillantes artículos, a propósito de la pintura: «…esas cosas que van emergiendo del fondo a medida que se observa más, el reflejo de una mano de mujer en un espejo convexo,el brillo de la claridad en el pomo de una espada, la luz de luna filtrada en las nubes de un cielo nocturno …» Sí, así es, al menos para mí. Necesito mirar una y otra vez para ir viendo algo, poco a poco. Después de bastante tiempo, yendo y viniendo, asfixiado por la atmosfera ominosa, maloliente e infecciosa del lugar, comenzaron a emerger objetos, motivos, fotografías obligadas. Importantes.
26 JULIO 2013
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