…Al día siguiente: curiosa, y contradictoriamente, a las doce de la mañana partí hacía el mismo sitio, esta vez acompañado por Naty. Llegamos a la una y media y comenzamos a trabajar. No había nadie por ninguna parte. Entrábamos y salíamos de las casas y surgían algunas imágenes. Al salir de una de ellas vi un coche aparcado cerca que no era el nuestro. Me asusté un poco. Enseguida me divisó un tipo que vino hacía mí preguntando a gritos qué hacía allí. Comprendí sin esfuerzo que estaba muy enfadado. Le pregunté, por preguntar algo, si era el dueño de todo eso, a lo que me contestó que sí y que no había pedido permiso para entrar en su propiedad. A estas alturas ya había llegado junto a mí, era un hombre joven y fuerte, detalle nada tranquilizador, y a pesar de que balbucee una disculpa su irritación no bajaba de tono. Gritaba argumentos tan lógicos e incontestables como: -qué le parecería si yo me metiera en su casa sin su permiso- y cosas así, mientras yo no acertaba a explicarme convincentemente. En ese momento querría haberme volatizado, sin más…Pero, en esto, entró en escena Naty que se encontraba dentro de una de las casas y, ¡ahhh!, a partir de ese momento el tipo, asombrosamente, cambió de tono y de palabras y paso casi a disculparse; tanto, que se marchó inmediatamente diciéndonos que podíamos fotografiar tranquilamente el tiempo que necesitáramos. Y se fue. Increíble, prodigioso, y lógico al mismo tiempo: Naty es irresistible.
31 JULIO 2013
© 2013 pepe fuentes