…¡Ah, diantre!, si quién allí ofrecía su valiosa mercadería era nada menos que la renombrada Señora Pequeño, con una muestra «pequeña» (haciendo honor a su nombre). He sabido de esa señora aunque no haya tenido el honor de encontrarme cerca de ella nunca, yo no conozco a nadie (sólo soy un voyeur), aunque sí algo de su obra, pero, oh, torpe de mí, nunca he conseguido encontrar la gracia a su «filosofía» creativa. La Señora Pequeño está en el establishment de la «fotografía española», pero eso no es muy significativo porque, por desgracia, ésta apenas si tiene presencia en el mundo (qué le vamos a hacer). Bien, la exposición «pequeña» de la Señora Pequeño, consistía en unos cuantos paisajes en color, de medio formato, sin misterio ni razón (naturaleza fluvial mostrada en postales planas, terriblemente aburridas) porque, ¿qué es de un paisaje sin misterio? Casi nada, me parece. No, no eran paisajes importantes, porque, como dijo Thornbury a propósito de los de Turner: «no representó el lugar tal y como era, sino la impresión que éste produjo en él». Ese era el problema de los paisajes de la Señora, que sólo eran duplicados, sin impresión, interpretación, alcance, ecos o sombras (o sí, y yo sólo era capaz de ver, eso, unos árboles y un río, y ya está). Para qué sirven las reproducciones o los duplicados, me pregunto? No me contesto. Afortunadamente también había tres o cuatro en blanco y negro con algo más de intención y logro y que al menos estaban bien resueltos. La mañana se estaba desenfocando y no podíamos permitirlo, así que abandonamos la aventura fotográfica, a pesar de nuestro impetuoso optimismo, nos compramos unas chucherías y nos largamos a la «expo» de Dalí…
4 AGOSTO 2013
© 2013 pepe fuentes