...Salvador Dalí. ¡Oh, Salvador, cuantas dudas y contradicciones me provocas! No sé si odiarte o amarte (o tal vez, olvidarte). Se dice que Dalí fracasó en uno de sus ambiciosos propósitos: ser un pintor para la eternidad; y aunque pueda parecer paradójico a estas alturas, tan celebrado, quien lo dice tiene bastante razón (me parece). No así en otras cosas, en las que consiguió unos logros asombrosos. No, no es razonable que me ponga a hacer consideraciones sobre el alcance y profundidad de setenta años de dedicación a la creación de un hombre con talento, que sin duda tenía. No estoy capacitado para eso. Sólo puedo balbucear alguna que otra impresión. Disfruté como un niño (feliz) con La Edad de Oro, que no había visto. Revulsiva y soberbia. Pero cuánto había en ella de Luis Buñuel? Creo que bastante. No sería imposible adivinarlo. Me fatigué con el documental «Retrato blando de Salvador Dalí». Cuatro horas en el Museo, sin cansarnos ni nada. Pero no salí convertido en un daliniano; no, porque me parece que Dalí, es un artista de destellos fulgurantes, relampagueante y no mucho más. De habilidad técnica prodigiosa y capacidad de autopromoción inagotable. También poseía una imaginación desbordante…pero…echo en falta el aliento del Gran Artista: sentido dramático y profundidad, y sobre todo capacidad de transcender, de ir más allá sin recurrir a monerías y artificios coloreados. Dicen que Dalí quedará para siempre, yo no creo que llegue mucho más allá del siglo XXI, pero eso no lo veremos nadie de los que aquí estamos. No puedo pensar en él como en Caravaggio, El Greco, Velázquez, Rembrandt, Goya, Van Gogh, Picasso, Bacon, Hopper…; y tampoco como en pintores de su misma longitud de onda, Rene Magritte y, aunque quizá discutible, ni siquiera De Chirico. Bien es verdad, que realizó obras importantes como La persistencia de la memoria, o las creadas a partir de El Ángelus, de Millet, y algunas otras. Por otro lado, son interesantes sus puestas en escena, divertidas y coloristas, provocativas y ocurrentes; sus llamativos y excéntricos discursos y sus gestos histriónicos. Todas esas representaciones fueron poderosos focos de atención y polarizadores hacia su obra. El dilema es si sus obras estaban al servicio del espectáculo o al revés. Es posible que toda esa parafernalia resulte corrosiva para su propósito de eternidad; su obra contaminada por la exuberante y ubérrima sobreactuación. De cualquier modo, y a pesar de todo, su vida parece que fue exitosa y que se lo pasó estupendamente, luego acertó. Hizo muy bien tomándose y tomándonos a broma. Ah, y esa tonta acusación de Breton de señalarle como -Ávida Dollars- fue una bobadita de gran inquisidor. Qué listo eras Salvador: «¡Oh, Salvador, ahora lo sabes, jugando a ser un genio se llega a serlo!».Salvador Dalí
5 AGOSTO 2013
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