EMMET GOWIN I: «Si no me hubiese casado con Edith nunca hubieras oído hablar de mí» E. G. Trece de Julio, primero Emmet Gowin. Un cierto escepticismo me animaba y desanimaba al mismo tiempo (no conocía a Gowin). Había leído un artículo muy favorable de Muñoz Molina sobre la exposición y me fio mucho de su gusto y criterio fotográfico porque es un experto fino y atinado, así que hasta allí nos acercamos. Lo primero que vi fue la serie familiar, y especialmente retratos de su mujer, precisamente la parte de su obra sobre la que más recelaba; pero fue la que me conquistó. Mi mirada y mi ánimo quedaron prendidos y fascinados por la delicadeza y precisión de Gowin en la percepción y tratamiento de su vida cotidiana. Era una perfecta combinación de sencillez y osadía. Las fotografías destilaban amor y gusto por fotografiar a los suyos, especialmente a su mujer, Edith, a la que fotografía desde que se conocieron, hace cincuenta años:»Aunque toda labor creativa requiere un encuentro con lo desconocido y una visita a lugares que aún no comprendemos, tomar imágenes de Edith sigue siendo el hilo conductor y la experiencia redentora de mi vida: es, en gran medida, el poema que ocupa el centro de mi obra». Emmet Gowin. Ese propósito me es muy afín ya que yo también fotografío a Naty desde hace veintidós años (también espero hacerlo durante veinte más). A pesar de que Muñoz Molina dice que la Edith de 1964 aparece igual en 2009, no soy de esa opinión, al menos, desde el estricto concepto formal de las imágenes, porque me parecieron sensiblemente diferentes. Las emociones que emitían eran distintas: la mujer de los años sesenta, joven, muy joven, aparece casi siempre en planos medios descriptivos pero intensos, se mostraba siempre seria, concentrada, profunda, tranquila, enigmática; sin embargo en los últimos retratos, Gowin acercó la cámara al primer plano y muestra a una Edith con un matiz de gravedad, profundidad y dramatismo que no debe ser otro que la expresión del inexorable discurrir del tiempo. De la sensación de la vida vivida y casi ultimada. Él sabe que esa es la distancia ineludible para fotografiar la textura que la vida ha dejado. Esa pequeña serie de retratos de la Edith del siglo XXI, para mí, fue lo mejor de la exposición. «Mi corazón y mi mente la siguen a través de sus gestos, las habitaciones y los días. Por la noche, nos hemos acurrucado juntos como zorros en busca de calor». Emmet Gowin.
14 AGOSTO 2013
© 1990 pepe fuentes