EMMET GOWIN II: en la exposición de Gowin había otras cosas que también me interesaron mucho; los paisajes, por ejemplo, y especialmente los fotografiados desde un avión. Eran imágenes de tierras heridas, vistas cenitalmente. La intención de Gowin, de alma amorosa, es señalar el daño que los hombres infieren a la tierra pero, además de ese propósito plenamente logrado, también consigue el de crear unas imágenes de belleza sobrecogedora. No obstante, para mí, el problema de las fotografías desde un avión es que las condiciones y circunstancias técnicas de la toma determinan excesivamente el carácter de la imágenes: desde un avión, las fotos se parecen demasiado a fotos desde un avión. También, desde un aparato volador, se exponían las realizadas en España hace dos años pero, a pesar de su impecable factura, me parecieron previsibles; quizá porque la morfología del terreno y la paleta de colores me resulta muy conocida. Misteriosas e inquietantes las realizadas con Edith y las mariposas. La serie de Matera, Italia, sorprendente y espléndida, aunque el conjunto resultaba desigual: casi todas tenían unos encuadres justos, precisos, que añadían misterio y convulsa belleza, sin embargo, precisamente por la enorme capacidad de Gowin para encuadrar con perfecta sutileza, me decepcionaron algunos reencuadres ingenuos e innecesarios. Sobrias y exactas las de Petra. «Un paisaje, incluso cuando resulta profundamente deteriorado o brutalmente agredido, sigue estando animado desde dentro. Cuando vemos de verdad esos lugares sobrecogedores, vastos y terribles, los sentimientos que experimentamos al percibir que nuestra sensación de totalidad queda modificada por lo que contemplamos puede hacernos temblar.El corazón parece retraerse, y el cuerpo da siempre la impresión de encogerse. En ese instante, nuestros sentimientos intentan llegar a un entendimiento. Esta es la virtud de una fotografía de paisaje: que el corazón encuentre un lugar donde quedarse». Emmet Gowin.
15 AGOSTO 2013
© 1992 pepe fuentes