…Aunque surgió un problema inesperado. En el marco de la puerta de la habitación que elegí para mi asunto había un nido de rencorosas y venenosas avispas. Nada más verme se lanzaron contra mí. Una me alcanzó en una pierna, el dolor fue agudo y penetrante. Me enfadé, claro, y reaccioné: la avispa pereció en su injustificada y suicida agresión. Salí corriendo de la habitación y volví a entrar (también corriendo) con lo necesario para mis propósitos. Las avispas merodeaban amenazantes, pero las ignoré y seguí con mis cosas. Habíamos fijado nuestras posiciones y no tuvimos más problemas. Mientras, el guante, fue tomando la suya en la pared…
3 OCTUBRE 2013
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