…Había empezado a buscar a las nueve de la mañana y eran las cuatro y media de la tarde. Enfadado, inspeccioné el lugar y lo encontré escasamente interesante para mis propósitos, aunque debía de ser por mi irritación y cansancio (había hecho ciento treinta kilómetros por caminos). Me senté un rato a no pensar en nada. Después de la tregua que indulgentemente me concedí, volví a entrar en las cuevas a intentar ver las cosas de otro modo…noté que con la pausa empezaba a tomarme la situación de forma más animosa y propició que, tímidamente, asomaran algunas visiones como «los insectos chinos que se caerían de las paredes a las que impetuosa e insensatamente se habían subido»…
18 OCTUBRE 2013
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