EL EXPLORADOR DE LA NADA, en cuatro momentos II: Abrió la hoja ciega del ventanuco y miró. No sabemos lo que vio. Disparábamos nuestra cámara a medida que él actuaba. Sin más. Nadie decía nada. Cada uno de nosotros estábamos en la gran sala de la cueva, enigmática y abandonada, haciendo lo que debíamos esa mañana.
«En realidad preferiría ir a encontrar las fuentes del Nilo sin encontrarlas, o la Isla del Tesoro sin hallar el tesoro. Puede que sólo seamos fugitivos de nosotros mismos para eludir el infierno que está en nuestro interior». Gonzalo Suárez
6 NOVIEMBRE 2013
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