…Dejaré por un rato las disquisiciones «estupendas» sobre aspectos que no conozco bien y vuelvo al pueblo físico (que no sé si real), a Belmonte, a las calles soleadas que recorrí durante más de tres horas. No hablé con nadie; bueno sí, con un camarero al que pedí un café con leche, educadamente, en español, claro; mientras dos hombres mayores hablaban altisonantemente a mi lado en catalán y, después de limpiarse la boca, volvían a dejar las servilletas sobre las limpias. Inaudito, quizá sean costumbres bárbaras de ese ajeno país, me dije. Debí hacérselo notar pero, cobardemente, permanecí asqueado y en silencio. Nadie pareció interesarse por mi presencia en el pueblo, ni siquiera me miraban, a pesar de que traqueteaba ruidosamente por las calles con mi maleta de hacer fotos bonitas, que no conseguí hacer, por cierto…
17 DICIEMBRE 2013
© 2013 pepe fuentes