…A las doce y media me dirigí a la segunda cueva, a cuatro kilómetros de distancia, aproximadamente, en pleno campo. Deseaba que tampoco apareciera nadie, como en la anterior. Una de las razones por la que he frecuentado insistentemente estas localizaciones, a pesar de encontrarse a cien kilómetros de mi casa, es porque están solitarias; a lo sumo y a lo lejos se puede divisar alguna figura afanándose en la tierra o entre las cepas de las viñas, pero, normalmente, puedo estar todo un día moviéndome por cuevas y caminos sin que nadie se acerque. «Los hombres del campo andando, sólo andando…» Masao Shimono. Eso sucedió el catorce de noviembre: se movió el aire aunque sin estridencias, lo que me indujo a suponer que llegaba alguien, pero solo era el ruido del viento en árboles y maleza…
24 DICIEMBRE 2013
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