Jueves, dieciséis de Enero, la mitad de la mañana la pasé en el «cuarto oscuro», con las luces encendidas, es decir lavando y virando copias para nada, para mis cajas bien guardadas. Luego, mientras se secaban (tres horas y media), decidí irme a dar una vuelta. Opté por la fórmula del automatismo desganado: «no sé dónde coño quiero ir», que consiste en que a medida que camino voy tomando decisiones azarosas sobre el rumbo, a golpe de impulsos inexplicables. Me encaminé hacia la ciudad, la innombrable, esa a la que casi nunca me aproximo. Es tóxica para mi frágil e indefenso espíritu. Ahora ya, tengo que cuidarme mucho. Por el camino, en un escorzo impremeditado, solo a doscientos metros de mi casa, precipitándome por un talud peligroso, me adentré en unas pequeñas construcciones en ruinas, en las que jugaba de niño y que no había vuelto a pisar…
PS.- Como no llevaba cámara no fotografié y no se me ocurre otra imagen que una de las que había lavado y virado ese día.
9 FEBRERO 2014
© 2013 pepe fuentes