El caso es que, una vez que terminé de explorar el abandonado refugio de gatos de mi barrio, continúe camino hacia la ciudad. Accedí por una escalera empinada e interminable por la que siempre me gusta subir, como si de la ascensión al Gólgota se tratara. El sofocante y torturante esfuerzo desemboca en un paseo llamado –del Miradero- nombre que me encanta. Qué bonito, ¿no? Evoca el acto de mirar tranquilo, sin prisas, percibiéndolo todo, dejando que el tiempo resbale sin urgencias. Dice Muñoz Molina, cómo no, siempre él: «Hay que saber mirar, hay que saber ver. Hay que detenerse el tiempo necesario para descubrir algo que la mirada distraída no podrá sospechar». Bien, eso es fotografía, sin esta cualidad no se es fotógrafo, imposible. Ni casi nada, por cierto…
12 FEBRERO 2014
© 2009 pepe fuentes