DIGRESIÓN CUATRO (y media). Ésta le ha tocado a Ginés Sánchez por su novela: Los gatos pardos (en este mes predominan los gatos y, lamentablemente, no tengo fotos de gatos; bueno sí, tendré una que haré pronto, cuando arregle mi cámara averiada, y la enseñaré), que he leído hipnotizado por su fuerza y su arrebatado estilo. Dice John Banville «El estilo avanza dando triunfales zancadas, la trama camina detrás arrastrando los pies» .Pero no, en este caso no, porque ambos avanzan al unísono en la misma frecuencia revulsiva y desasosegante. Lo maravilloso de esta novela es que el estilo es lo primero que te asalta y fascina en cada línea: me sonaba a nuevo, fresco, brutal; pero la trama no se quedaba atrás: personajes potentes e inquietantes que viven peligrosamente a un ritmo frenético e inaudito (aunque algún crítico avisado y exigente cuestiona la novela por la ausencia de personajes, con lo que no estoy de acuerdo en absoluto). Sí, hay personajes monstruosos pero de un carácter y naturaleza humana perfectamente reconocibles. La novela provoca un estado de ánimo muy parecido a la euforia adictiva; desde la primera línea no pude abandonarla, sentía que cabalgaba un caballo desbocado, y seguí y seguí apasionadamente, sin parar, abducido hasta el trance. No me resisto a incluir un párrafo, elegido al azar, pero que creo que me sienta muy bien: «…De esperar a que pasara un milagro que lo resolviera todo. El recurso de los perdedores. Porque la cuestión, como siempre y al fin, es si se es responsable o no. Si uno es consecuente con sus propias cosas o si uno no es más que un miserable». Es la segunda novela de un autor, hasta ahora desconocido para mí, y del que también leeré la primera: Lobisón.
19 FEBRERO 2014
© 2007 pepe fuentes