…DIGRESIÓN CUATRO: la mañana del martes se pasó sin pena ni gloria, o al menos eso me pareció, salvo leer a Gray, claro. Por la tarde, paseo (hora y quince minutos) y luego lectura, otra vez. Una ceremonia reverencial y vibrante, nada menos que Rafael Chirbes: En la Orilla. Como decía el otro día a propósito de Breaking Bad y las series para televisión, hay buenos novelistas españoles, y luego, bastante más allá, está Chirbes. Esta obra me tiene completamente anonadado por su construcción literaria precisa, perfecta; por su belleza y capacidad para penetrar hasta el trastorno en unos personajes y un contexto cultural y coyuntural como no sería capaz de hacerlo el más sesudo estudio sociológico de miles de páginas. Obra de una lucidez insoportable, cegadora. Los seres humanos que reptan en esta historia somos todos nosotros, de aquí, de nuestro ámbito cultural, tan detestable y previsible, maldita sea. Son vísceras, carne y sangre viva (o muerta, quién sabe). Curiosamente, la tarde del martes me encontré con frases que tanto tenían que ver con lo leído por la mañana en El silencio de los animales, lo que me hace caer en la sospecha de que mis intereses son unidireccionales. Veamos: «Somos lo privado, que es deplorable, que te ata y te pone a ras de tierra, en la frontera del animal: nacer, comer, defecar, trabajar, reproducirse: y de qué triste manera se reproduce uno, qué abajo en la escala de las especies te coloca la reproducción. Agonizar: un momento tampoco digno de filmarse, de nuevo esa cercanía del animal, retorno por el que se confirma tu percepción. Cuanto aprendes y sabes se disuelve en nada. Seres sin importancia pública, individualidades que van cayendo como hojas en otoño. Otras empezarán a brotar en pocos meses y las sustituirán y no habrá diferencia entre aquellas y éstas». Rafael Chirbes
30 MARZO 2014
© 2004 pepe fuentes