…Sí, ya sé que no es mucho, pero cuidado, la mayoría de las gentes, cuando terminan sus anhelantes y absorbentes vidas profesionales, exitosas a veces, extraviadas y ridículas otras, se instalan en la inacción y el vacío, a esperar la muerte tontamente, que a veces tarda en llegar, lo que supone una triste y progresiva decrepitud, no solo física, sino existencial, que además estropea mucho. Sencillamente, ni han ahorrado ni invertido en valores «espirituales», claro (enfático, me pongo a veces). El dilema es el siguiente: prepararse en vida para un decaimiento digno, es decir, un buen morir diario o, por el contrario, vivir sin más, día a día, sin otros planes a largo plazo para el alma. Parece más atractivo e intenso el segundo plan, pero tiene un problema: te sobran veinte años que no sabes qué hacer con ellos, si vives ochenta, más o menos. Es mucho tiempo, nada menos que un cuarto de la vida. Así que yo me lo he pensado y me he dicho: –salvo por lo del «fracaso escolar» (por falta de inteligencia, claro, porque si la hubiera tenido, poca falta me habría hecho que los maestrillos que me tocaron me hicieran caso) la vida no te ha ido tan rematadamente mal pepe, te has construido un mundo de intereses que te dará para llegar al final alimentado y con buen color de cara, por muchos años que vivas-. Después de esta enardecida y positiva proclama, muy contento, me he dado un afectuoso abrazo…
9 MAYO 2014
© 1980 pepe fuentes