Hace unos días terminé un mosaico formado por dieciséis autorretratos con variadas expresiones y posturas, las que se me fueron ocurriendo sobre la marcha, además de maquillajes (favorecen o al menos disimulan mucho, me parece) y distintos atuendos. Para evitar la monótona repetición tenía que representar distintos papeles, como en la vida. Cada uno de los positivos miden 18*22,7 cm. Los marcos, la mitad blancos y el resto negros, y el que cierra todos ellos negro. La composición total tiene un tamaño de 960*1.120 cm. Esta actuación se me ocurrió para homenajearme con motivo de mí saludable llegada al sexagenario. Son muchos años ya, y a partir del momento en el que la «obrita» quede colocada en una pared de mi casa, mejorará a medida que yo empeore. Está directa e inversamente relacionado el asunto. Me gusta ese efecto mágico de la fotografía que todo lo embellece: las cosas, las caras, los cuerpos y el mundo. Es fácil: después de pulsar el disparador, todo empeorará incesantemente. Concluir este homenaje al mérito o suerte de haber llegado tan lejos en edad, con tan buen estado de salud (incluso mental, quiero pensar), me ha llevado varios meses y ha pasado por diferentes estadios. La primera idea eran seis dípticos y seis capítulos temáticos, todos juntos claro; luego más fotos, y después menos y en el incierto y titubeante trayecto bastantes fallidas. Bueno, un jodido lío. Cuando concluí que debían ser dieciséis y las coloqué antes de montarlas, me pareció que el asunto se quedaba corto, porque, a fin de cuentas, era nada menos que mi sexagenario, y así, solas, ese hito tan señalado se notaba poco. Bueno -me dije- es fácil, subtitúlalas. Eso hice. La de hoy: Sexagenario: o el voluptuoso aislamiento.…
26 MAYO 2014
© 2013 pepe fuentes