…Después me desplacé hacia el este. Llegué a las ocho a un espacio ajardinado, antiguamente una explanada de tierra, eso fue siempre. Hace años hubo en ella una estación de autobuses donde cogíamos el que nos llevaba en dirección a Navahermosa o San Pablo de los Montes, y también a Madrid. O tal vez no, y salían de la calle Cervantes. Apenas me acuerdo ya. Nos bajábamos, gracias al favor del conductor, en plena carretera, a diez kilómetros de la ciudad, en el cruce del camino a nuestra casa, en el cerro del acebuchal. Ahora, la remota explanada de tierra, está embaldosada y ajardinada. Muy bonita la han dejado. Bien, me paré e hice un par de fotografías con la cámara pequeña, a una iglesia, de las que aquí andamos muy bien servidos. Mañana seguiré contando este itinerario porque tengo que ir despacio no vaya a ser que me deje algo. «Pero nadie podrá conocer una ciudad si no la sabe interrogar, interrogándose a sí mismo. O sea, si no trata de descubrir por su cuenta los azares que la vuelven imprevisible y el misterio de su más íntima unidad». José Cardoso Pires.
24 JUNIO 2014
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