31 JULIO 2014

DIGRESIÓN TRES. EPÍLOGO:
El ojo que se abrió el dieciocho de este mes, para no perderse nada, se cierra hoy y espero que la fina observación de Baltasar Gracián: «No todos los que ven han abierto los ojos, ni todos los que miran ven» se cumpla y el ojo cerrado o abierto (para poder fotografiar) vea y vea siempre, todo y más. Cuando comencé a señalar aforismos de Relámpagos de lucidez no pensé en traerlos al diario en la forma que finalmente lo he hecho, pero a medida que apreciaba la inmensa coherencia que había, tanto en la selección de autores como en los aforismos incluidos, no me pude resistir a recrearlo desde el punto de vista temático, sin propósito especial, tan sólo y nada menos que para mi placer. Me ha costado un esfuerzo considerable, ya que los aforismos, como todo el mundo sabe, resultan inaprensibles porque se derraman en muchas direcciones o posibles interpretaciones e intentar constreñirlos en una sola es imposible, por eso mis capítulos solo son tentativos y difusos; más una cuestión de orden diario que otra cosa. Lo dice Javier Recas: «El aforismo es como una punzada, un aguijón y un puñal, es un torpedo en nuestra línea de flotación; es un tartamudeo, un balbuceo de perplejidad ante la vida, inasible, intangible, pero inaplazable». Una vez realizada la selección, había que limitar el espacio (cuestión de encuadre) por lo que he prescindido de bastantes de los elegidos a priori. Luego, la elección de imágenes, que solo podían ser retratos, porque los aforismos tratan del hecho del buen vivir humano, con toda la carga de imposibilidad que eso supone. Ah, y por supuesto, solo primeros planos, porque así se intuye o adivina mejor el alma, no solo del personaje retratado, sino de la especie humana. «En la tierra no hay superficie más interesante que el rostro humano». Georg Chistoph Lichtenberg