…El caso es que cuando salgo de mi provincia llevo la «máquina de fotografiar» y la utilizo, cómo no (por desgracia, a veces, cargada con película enferma, infectada, letal). Digamos que es mi exclusivo y unívoco modo en el que observo el mundo físico exterior a mi provincia, durante unos días. En ese trance apasionado y feliz, no me interesa nada que no sea «fotográfico». Me decepciono cuando no hay «tema» y me excito inconteniblemente cuando lo hay. A estas alturas me da igual la técnica, de hecho cada día fotografió peor técnicamente, más desmañadamente. Por si fuera poca mi inconsciencia, las preocupaciones filosóficas sobre la realidad, el más allá o el más acá de la materia que construye el mundo, también me trae sin cuidado, al menos conscientemente, o eso creo. Ah, y no digamos ese asunto tan manido y aburrido de la fotografía como arte: cosa de los «artistas», o de los que creen serlo. Por cierto, ahora, con una cámara o un teléfono móvil (viene a ser lo mismo) no lo tienen fácil, por eso yo recurro a una «máquina», por si acaso me asiste algún aura antigua; a pesar de las películas traidoras. En fin, todo ese glamour artístico me importa una puta mierda. A mí lo que me compromete es la búsqueda impetuosa de mis «temas fotográficos» (es mentira lo que decía Picasso: que no buscaba, encontraba; yo si no muevo el culo nada me llega por la gracia de los dioses) y, a ser posible, fotografiarlos…
5 SEPTIEMBRE 2014
© 2014 pepe fuentes