…El lunes por la mañana (penúltimo día de viaje) un espléndido sol nos esperaba en la puerta del hotel. Decidimos deambular por la ciudad. Estuvimos en la puerta del cementerio judío, pero no entramos y eso fue un error. Intuitivamente, tal vez, para guardarnos una excusa para volver el año que viene, porque como dice Claudio Magris: «Para ver un lugar es preciso volver a verlo». Sí, Varsovia solo la acariciamos levemente y merecía mucho más tiempo y dedicación. Ya veremos si conseguimos volver. Comimos cerca del Palacio de la Cultura y la Ciencia, edificio de pesada y presuntuosa arquitectura del «realismo» comunista (regalo a la ciudad de las naciones comunistas, o dicho de otro modo, de Stalin). Ese día tocaba lluvia porque el día anterior, domingo, fue soleado. A partir de las tres el diluvio visitó Varsovia y se quedó toda la tarde y parte de la noche. Nos dedicamos a rodear el enorme edificio de refugio en refugio y de puerta en puerta. En algunas zonas de su perímetro había nichos en la pared con esculturas representativas del concepto realista socialista, toscas y simplistas hasta el bostezo. Después subimos a la torre y divisamos panorámicas de la ciudad a través de una persistente e indeseable cortina de agua…
24 SEPTIEMBRE 2014
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