Post Scriptum I al relato de impresiones del viaje (diario de septiembre) a Polonia, en Agosto: lo cuenta Claudio Magris, «Varsovia… en esa iglesia, me dice un amigo, se ve de vez en cuando a un viejo cura que confesó a Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, antes de su ejecución. Me maravillo de que Höss se confesara; pocas semanas antes había escrito su libro autobiográfico sobre Auschwitz, un libro tremendo y grandioso donde el horror se cuenta con imperturbable objetividad, sin arrepentimientos ni reticencias, sin buscar atenuantes y sin esconder nada, sin comentario ni juicio, como si quien canta ese infierno fuera la naturaleza indiferente e impasible que no esconde ni justifica nada y no se arrepiente de nada. La confesión duró trece horas, divididas en tres sesiones. No entiendo por qué fue necesario tanto tiempo. Si uno de nosotros no se confiesa durante muchos años, necesitará después horas y horas para hacer la lista de las innumerables, pequeñas y mezquinas culpas con las que se mancha cada día. Pero a Höss le habría bastado medio minuto, el tiempo de decir: –He asesinado a millones de personas-.» La foto: patíbulo al lado de la vivienda que habitó Höss en el propio campo, donde fue ahorcado el dieciséis de abril de mil novecientos cuarenta y siete. ¡Qué barato le salió pasar a la historia universal de la infamia!
1 OCTUBRE 2014
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