HISTORIAS DE UN HOMBRE SIN HISTORIA. Universo gasterópodo y VI:
Y seguí y seguí, combatiendo denodadamente los contratiempos, porque, por si fuera poca cosa su boicoteo, los latosos y suspicaces moluscos son muy sucios, no paraban de segregar o defecar unas interminables, alargadas y delgadas mierdas negras pegajosas; eventualidad que no conocía. Mi estado de ánimo había pasado del incansable afán estético a un cierto y frustrado malestar. A las siete y media estaba muy enfadado con ellos y ya era insoportable el estado de idiocia que me invadía. Todos mis meticulosos y sugestivos escenarios estaban sucios, pringados, y tenía que lavarme continuamente las manos. Mi intención, como dije el mes pasado, era realizar un ensayo sobre el espacio-tiempo, metafórico claro, ayudándome de unos animalitos de curioso y extraño diseño, con un posible pero improbable interés estético, por extravagantes e inauditos. Y qué estaba sucediendo realmente, pues nada, que mi kafkiana metáfora sobre la relatividad del espacio-tiempo no estaba funcionando como deseaba y que, además, me había cansado física y «creativamente» después de horas peleándome con unos actores sin vocación ni preparación artística y de reacciones presuntuosas e indisciplinadas. A las ocho y media dije: -basta ya-. Les indiqué a los presurosos y obsesivos caracoles que me habían defraudado, que prescindía de ellos y que todo había terminado entre nosotros. Dos de ellos estaban a punto de culminar una impetuosa carrera ascendente que suspendí bruscamente. No les afectó en absoluto, es más, lo agradecieron seguro porque ellos parecían más hastiados que yo. A estas alturas casi todos estaban cerrilmente retirados en sus caparazones. Los metí en el recipiente de plástico (encima ninguno había perecido en el tráfago artístico) y los devolví a su reino de Animalia, entre hierbas y maleza. Sin pena ni gloria. Habíamos fracasado, ellos y yo, porque independientemente del resultado, yo ya no sabía que pretendía con mis inexplicables designios y qué quería decir con todo ese inútil juego de caracoles arriba, caracoles abajo. Quizá algún día recuerde mi propósito o encuentre el hilo de mis pensamientos perdidos, por eso el resto de las fotografías que hice las guardaré para mejor momento de inspiración. A continuación me tumbé en mi sillón incapaz de moverme ¡¡¡Qué gran cansancio sentía!!! Así transcurrió mi día, el catorce de octubre de dos mil catorce: sin historia, absurdo y banal como cualquier otro.
30 NOVIEMBRE 2014
© 2014 pepe fuentes