DIGRESIÓN TRES: Treme, serie para TV (2010).Creador: David Simon. Comenzamos a ver la serie hace unos días y, aunque sabíamos de su calidad e interés, torpemente no nos hicimos acompañar por el entusiasmo. Menos mal que aún no nos hemos entregado al total embrutecimiento y enseguida nos dimos cuenta de la transcendencia de lo que estábamos viendo; de la inmensa belleza y de las vibrantes historias de sus personajes. En todos los capítulos se suceden frecuentes actuaciones musicales autóctonas de Nueva Orleans, y eso significa que disfrutamos de una de las expresiones musicales y culturales de mayor carácter, potencia expresiva y ritmo del mundo. Pero la serie no es solo eso, sino también el rastro de destrucción y muerte que dejó el Katrina y la necesidad de muchos de sus habitantes de volver a sus casas y reconstruir sus vidas. Aun siendo esenciales esos ingredientes, lo que hace que me sienta vivamente interesado en el desarrollo de la historia es la veraz y palpitante continuidad de la vida de sus desconcertadas criaturas. El transcurrir del tiempo en esta serie tiene especial relevancia porque es de un naturalismo que oculta hasta la inexistencia posibles recursos ficcionales. Todo avanza encarnado en unos seres llenos de autenticidad y de una indesmayable vitalidad. Pero hoy estoy escribiendo de esta serie porque me sentí muy afectado por el penúltimo capítulo de la primera temporada, que vimos anoche, en el que el inmenso actor John Goodman, que interpreta a un profesor de literatura y escritor muy seriamente comprometido con la ciudad y desesperado por la caótica situación que padece, se «rinde». Él se descompone al mismo ritmo que la ciudad. Se disgrega, se pierde, se rompe en mil pedazos. No, no necesariamente el personaje de Goodman está solo afectado por los efectos del Katrina, sino más bien parece que es porque ha llegado a su final. Ya no puede más. Goodman está en vía muerta, pero poseído por una escalofriante y desoladora lucidez. La fatalidad le ha empujado a un intrincado laberinto del que ya ni sabe ni puede salir. Ha perdido pie y se ahoga. En una atormentada y dramática reflexión, desconectado ya de lo que le rodea, pronuncia una frase que aún revolotea en mi memoria: «…como pompa de jabón sobre un zafiro…» y entonces da el salto a otra dimensión. Solo le queda despedirse.
13 DICIEMBRE 2014
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